Donde hay amor y caridad allí está Dios Catolicos con accion

¨En esto reconocerán todos que sois mis discípulos, en que os amáis los unos a los otros¨(Jn 13, 35)

 

Hola, ¡amigo misionero! Como te habrás dado cuenta hay varias oportunidades para ejercer nuestra misión como cristianos, seguidores de Cristo y sembradores de fe, amor y esperanza. Es por ello que estamos abordando temas un tanto diversificados.

 

¿Te has detenido a reflexionar, por ejemplo, sobre qué es el amor? Hablar de la caridad en momentos en que el individualismo, el consumismo y el deseo de prosperidad son tan frecuentes puede ser bastante complejo. Algunas personas piensan inmediatamente que la se resuma a la limosna. Pero sabemos que la caridad es mucho más que eso. La Palabra de Dios nos advierte que la caridad está conectada a una manera de ser, una manera de ser cristiano. Es decir, así como la misión, es coherente afirmar que la caridad deba hacer parte de la forma de se de un discípulo de Jesucristo.

 

Sabemos que nuestra vida de fe se concretiza en algunos pasos indispensables: encontrarse con el Señor, experimentar su amor, acogerlo por la fe y, adhiriéndose a su propuesta de vida, llevar a cabo la misión que Él nos ha confiado: ser testimonio de vida cristiana. El testimonio es ante todo, la caridad, la manifestación de la bondad divina presente en nosotros y a través de nosotros.

 

Pero, ¿cómo es que la caridad hace parte de nuestro ser?

¨La caridad es paciente, es servicial: la caridad no es envidiosa, no es jactanciosa, no se engríe; es decorosa; no busca interés; no se irrita; no toma en cuenta el mal; no se alegra de la injusticia; se alegra con la verdad. Todo lo excusa. Todo lo cree. Todo lo espera. Todo lo soporta¨ (1Cor 13.4-7)

 

Miremos a Jesús. Veamos como Él anunciaba el Reino de Dios. Siempre encontramos a Jesús practicando la caridad, haciendo el bien (cf. Hch 10,38). El Evangelio está lleno de ejemplos de personas creyeron y se convirtieron sólo porque Jesús las trató con caridad; cada una conforme a su necesidad. Él cura a los enfermos, perdona a los pecadores e incluye a los marginados. Un buen camino para meditar el Evangelio de San Juan, consiste en descubrir cómo Jesús practica el bien. Veamos también la misión que Él dio a sus discípulos misioneros: expulsar a los demonios, hablar nuevas lenguas, curar a los enfermos (cf. Mc 16 17-18) pero, sobre todo, mandó que amasen al prójimo como a sí mismos:

 

Los cristianos, teniendo presente la palabra del señor: ¨en esto conocerán todos que sois mis discípulos, si os amáis mis discípulos, si os amáis los unos a los otros¨(Jn 13, 15), nada pueden desear con más ardor que servir cada vez más generosa y eficazmente a los hombres del mundo actual (…) Quiere al Padre que en todos los hombres reconozcamos a Cristo nuestro hermano y lo amemos eficazmente. De palabra y obra, dando así testimonio de la Verdad, y que comuniquemos con otros el misterio del amor del Padre celeste.

 

En el enfrentamiento y victoria contra el mal, en la superación de todas las barreras y segregaciones, en la defensa contra las maldades. En este conjunto de actitudes se encuentra lo que, de manera sucinta, podemos llamar de caridad.

 

No por otro motivo Jesús instruyó a sus discípulos con la parábola del Buen Samaritano (cf. Lc 10,29-37), alertándonos sobre el riesgo de la solidaridad por aquél que sufre. Sea cual fuese el sufrimiento: falta de vino (cf. Jn 2, 1-12), segregación (cf. Jn 4, 1-42), enfermedades incurables o de nacimiento (cf. Jn 5, 1-18;9, 1-14), hambre (cf. Jn 6, 1-15), legalidad, difamación (cf. Jn 8, 1-11). Fueron innumerables los ejemplos dados por el Maestro, invitándonos a vivir como Él, el Buen Pastor (cf. Jn 10, 1-18) que, conociendo las necesidades de sus ovejas, cuida de cada una de acuerdo a lo que necesita, estando dispuesto hasta dar la vida por ellas.

 

Conviene ahora que cada uno, además de mirar a la Eucaristía, mire igualmente a su corazón y descubra cuánto se realiza cuando practica el bien y la caridad. No se trata, por cierto, de practicarla apenas para sentirnos bien. En este caso ni siquiera estaríamos hablando de caridad pues ya vimos que ella ¨no busca sus propios intereses¨(1 Co 13, 5b.). Sólo puede ser comprendida cuando nos dejamos tocar de tal modo por el amor de Dios, que lo derramamos en los demás, especialmente en aquéllos que no pueden retribuirnos. ¡He ahí nuestro testimonio misionero!

 

No por la recompensa, sino que hacer el bien en sí mismo nos realiza. Porque el bien nos completa, pues somos de Dios y el bien es la expresión de que Dios confía en nosotros para actuar a favor de sus hijos (¡nuestros hermanos!) más necesitados. Para ello, Él nos colma cada vez más con su gracia. Es por eso que Sn Pablo, en una retrospectiva de su propia vida, concluye diciendo que ¨hay más dicha en dar que en recibir (Hch 20, 35).

 

Nosotros, que participamos de la JMJ y hablamos lenguas diferentes, hemos venido de lugares tan diversos y con más variadas costumbres, podremos siempre reconocernos en cualquier aparte por esta gran señal: la caridad. Ella es el lenguaje universal a través de la cual se establece un puente para la convivencia humana y el anuncio del Reino de Dios.

 

La caridad es el Reino de Dios realizándose. Nadie en sana conciencia se cierra al bien que le es hecho. En los ambientes donde la predicación explícita del Evangelio no es permitida o, por lo menos, es rechazada, la práctica de la caridad se vuelve la condición de diálogo enfrentamiento y superación de las resistencias, venciendo, no por poder de las armas (cf. Sal 19, 8), sino anunciando el Reino por las fuerzas del amor, de la bondad, de la caridad (Hch 16, 25-34).

4 Comentarios »

  1. Ahora que quede viuda mi vida de mas de 40 años de casada se termino me quede sola aunque tengo hijos no es suficiente para llenar este gran vacio que me quedo
    Estoy pensando que quiero servir al projimo no se si hay algun lugar donde pueda ayudar ?

    Me gusta

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